El Madrid está en una encrucijada.
Ha pasado un año y el equipo blanco no ha cambiado nada, más bien todo lo contrario. Malvive en la esperanza de que López Caro sea un 'nuevo Del Bosque', cuando Del Bosque no hay más que uno. La provisionalidad del entrenador es una estaca en el corazón de cualquier aficionado madridista, que no puede entender la falta de una idea, la improvisación permanente en el capítulo deportivo.
Nadie se ha parado en que el gol de ayer lo marcó Soldado, un jugador que había jugado los noventa minutos el día anterior con
el Castilla. Después de gastarse 93 millones de euros en fichajes, hay que duplicar al goleador del filial en el club con más presupuesto de la categoría para empatar a un rival con diez hombres desde el minuto quince.
Ronaldo, entretanto, sigue cantando
'su verdad' sobre el público -quien sabe si labrándose su salida-, cuando la única verdad es que cada vez va
menos público al Bernabéu. El fútbol no arrastra y la falta de un proyecto claro, tampoco.
Si la apuesta es López Caro, que si diga alto y pronto. Que apechugue quien tome la decisión -dirección deportiva- y que le dejen trabajar. Ningún entrenador hará un Madrid grande si no le dejan equivocarse. La opción Deschamps parece ganar enteros. Teniendo a Víctor Fernández o a Irureta, conocedores profundos de la Liga, me parece una 'boutade'.
Florentino Pérez, mientras tanto, vive en ese limbo del que ninguno de sus más cercanos le saca. Sigue comparándose con Santiago Bernabéu en tertulias televisivas y recordando que Don Santiago tardó varios años en empezar a ganar títulos. No se da cuenta de que el Madrid, de tanto parche, está hecho unos zorros.
Esta tarde verá como Eto'o, uno que fue suyo, y Ronaldinho, otro que también, serán considerados por todos los seleccionadores y capitanes del planeta fútbol como dos de los tres mejores jugadores del mundo. No hay mejor marketing que hacer soñar con el buen fútbol. El FIFA World Player se tiñe de azulgrana.
Este es un deporte que siempre da revancha y aún existe margen de mejora. El mercado invernal da para virar la nave hacia el fútbol que quiera poner en práctica el nuevo entrenador. Ya hay que dejarse de sloganes. Ni Zidanes ni Pavones ni Pegones, futbolistas con hambre, comprometidos a morir... y en el banquillo, alguien capaz de cambiar la dinámica del grupo y, sobre todo, del entorno.