Mi viaje a la historia

Se lo prometí a Juanjo Morón: "Si tu Sevilla juega la final de la UEFA, me voy contigo a Eindhoven". Lo cumplí y he vivido una experiencia inolvidable, única. Me he metido en la piel de una afición, me he reído lo que no está en los escritos, los he visto llorar de felicidad, de alegría por meterse en la final, primero y por ganarla, después. Para colmo, he ganado la porra de la peña 'Nervionline', porque auguré un 0-4.
La fiesta de Eindhoven ha sido de las cosas más grandes que uno ha vivido. Sevillanas, cerveza, goles en pantallas gigantes y una marcha descomunal, una feria improvisada que calentó la fría Eindhoven. El buen rollo con los aficionados ingleses era auténtico, daba gusto ver el colorido de las calles, dos aficiones jugándose una final europea, pero con una sonrisa, con el respeto de saber que uno iba a ganar y otro a perder. Las entrañables imágenes de deportividad.
El final de fiesta, el partido, fue redondo. El Sevilla pasó por encima del Middlesbrough. Qué listo es Juande Ramos. Corrigió sobre la marcha la precipitación de Alves y por allí vino el primer gol de Luis Fabiano. Después, llegó el extasis, la superioridad técnica manifiesta y la victoria por aplastamiento, una goleada sonadísima que rompía más de cien años de espera, que se dice pronto, con Maresca y el propio Alves en figuras, más la consagración de esa debilidad que es para mi Jesús Navas.
De lo muchísimo que me transmitieron Juanjo, Carlos, Roberto, Luis y compañía está ese deseo por romper una inercia pesimista que duraba demasiado tiempo, proyectos inacabados, canteranos y estrellas vendidos al mejor postor, enfado monumental porque España no tenga internacionales sevillistas, pero el orgullo de llenar el Pizjuán cada domingo, en Primera o en Segunda. Viví un punto de inflexión en su historia, la demostración de que un equipo que hace las cosas bien puede tocar el cielo.
Rotos por el cansancio de la marcha, por la tensión del partido, por la explosión de un título europeo, inflados de cantar y sentir, me di cuenta de lo importante que sigue siendo estar en los sitios para contar la intrahistoria de momentos inolvidables. Yo viví un viaje a la historia del Sevilla y en mis nuevos amigos estaban representados tres generaciones de sevillistas, algunos que sólo pudieron soñar una gesta así y ellos, que podrán contar a sus nietos que estuvieron en Eindhoven ese 10 de mayo que su Sevilla ganó su primer título europeo.