Juanito estaría orgulloso

Decidí vivirlo en el Bernabéu, con el presentimiento de que no iba a ser un partido más. El Madrid rozó la proeza. Lo que empezó como una enorme coartada para que no se hablase del 6-1 desde el departamento de comunicación, se convirtió en un alegato a los valores mejor guardados del madridismo. Se tiraron de los mejores espíritus para que la afición blanca creyese. Y vaya si creyó. A Cicinho le bastó un minuto para demostrar que no iba a a ser una noche cualquiera. Derechazo impresionante, golazo por la escuadra. Y aquello ya no era la Copa del Rey, aquello era Copacabana, con goles de Robinho y Ronaldo. El Bernabéu revivía la épica de sus noches mágicas. En un cuarto de hora, el marcador reflejaba el 3-0 y el Madrid, a demostrar, que la fe mueve montañas y marcadores.
El Zaragoza de La Romareda era de mentira. Veía pasar jugadores blancos y pasaba un miedo atroz. Parecía un juguete roto en manos de los blancos. El Madrid no dejaba de creer y de apretar. Hasta que llegó el cuarto en un golazo de Roberto Carlos. Copacabana, o sea el Bernabéu, se preparaba para la traca final, que nunca llegó.
Pero sí la comunión del madridismo con su afición, que despidió a los suyos con una ovación similar a la de haber conseguido el pase a la final. Es cierto que el gol de Ewerthon era legal o que Beckham y Zapater debieron ser expulsados, pero eso es lo de menos ahora. El espectáculo fue grandioso, valió la pena vivirlo in situ. Algunos dirán que tanto remar para morir en la orilla, pero ayer hasta Juanito estaría orgulloso...
El Madrid ha perdido la Copa, el primer título posible y le noté físicamente tocado, pero recuperó el orgullo de su afición, que vale mucho. El Zaragoza espera rival para la finalísima de la Copa.