El Madrid aguantó... hasta al árbitro

Ninguno puede salir contento de un 'clásico' así. Aunque los madridistas se quedaron con una sonrisa, por la 'victoria moral' que supone empatar un partido con diez jugadores y aguantar el chaparrón. El punto, con las diferencias reales que hay entre un equipo y otro, parece bueno, pero puede no serlo. Eso sí, el cabreo justificado del madridismo es, por un lado, con el árbitro, que pitó un penalti que no era y cambió el orden del derbi (hasta ese momento, el Barça estaba siendo mejor) y el segundo cabreo es con Roberto Carlos, porque un jugador de su veteranía no se puede borrar de un clásico de esa manera.
Sin embargo, el Barcelona perdió una gran oportunidad para constatar su superioridad sobre el Real Madrid. Aunque tiene la Liga ganada, fue lo menos parecido al Barça que recuerdo, especialmente a partir de la expulsión del '3' blanco. En lugar de abrir el campo, como siempre, se empeñó en entrar por el centro. Se obcecó con buscar la vía más difícil, con recrearse en paredes imposibles por el centro. Agrandó las figuras de Raúl Bravo y Mejía, pero cuando creó ocasiones, que las tuvo, allí estaba un soberano Casillas, por si alguien tenía dudas de quién era el mejor portero español. Un solo gol de penalti en los últimos tres partidos azulgranas, más que un dato, es un indicio.
¿Y el Madrid? El once de López Caro era valiente, pero cuando llegó la hora de maniobrar, volvió a recurrir a lo fácil. La frescura de Cicinho, la contundencia de Ramos, el despliegue de Baptista (el Madrid joven) pero también el Beckham más gris, el Zidane mayor (el viejo Madrid). Por eso, en época de crisis, sólo se puede agarrar a Casillas y a Ronaldo, una receta demasiado anticuada como para no darle la vuelta al calcetín. La buena actitud defensiva blanca fue noticia.