El desorden de Beckham

Beckham sufre un desorden obsesivo-compulsivo. Lo ha confesado él mismo en un programa de televisión y ya empiezan a correr los ríos de tinta. Hasta lo veo en portada de Periodista Digital. No voy a frivolizar con una enfermedad, pero sí me gustaría emitir una opinión sobre Beckham que me revolotea desde hace tiempo. El inglés siempre es asunto de primera por motivos extra-futbolísticos. A nadie escapa que los tres años que el Madrid lleva sin ganar títulos coinciden con su llegada, aunque él no tiene la culpa, pero sí tiene mucho que ver con lo que representa.
El modelo económico del club blanco pasa indefectiblemente por el inglés. Las cifras que se manejan en una gira veraniega con él son opuestas a las que se manejan sin él hasta límites insultantes. Cada semana en el mundo aparecen 20 portadas con su imagen que, en su mayoría, nada tienen que ver con el fútbol. Recuerdo que, en época de Florentino, circulaba una frase por el club que cada vez que Beckham era sustituido en un partido, cuatro millones de asiáticos apagaban el televisor.
Me parece un buen futbolista, aunque a veces como en el Camp Nou se empeñe en disimularlo. Beckham no tiene la culpa de que el Madrid no gane títulos, pero lo que representa puede que sí. Creo en la fórmula de la excelencia futbolística como la mejor campaña de marketing posible. Su última confidencia a la televisión británica me da que pensar. ¿Sería bueno para el fútbol del Real Madrid que Beckham se marchase? Eso sí sería una revolución, cuanto menos conceptual.