Las alfombras levantadas del Madrid

Se acerca el mes de marzo y parece que hubiese una orden para levantar todas las alfombras del Madrid. Empieza a aparecer toda la porquería de un equipo mal diseñado, de una dirección deportiva mala y los problemas del vestuario salen a la luz de una manera nítida. Después del episodio Ronaldo-Raúl, al que ayer puso colofón el brasileño: "Raúl y yo nos respetamos profesionalmente". Vamos, que no se pueden ver ni en pintura, ahora llega la frase de Sergio Ramos, autor del inutil gol blanco en Mallorca, que me parece de una gravedad infinita: "Parecían que habían marcado ellos y no yo".
Quizás haya una metáfora en torno a cada festejo: la 'cucaracha' representaba el corrillo brasileño en torno a Luxemburgo; la piña era el equipo, la creencia en un mismo objetivo que supuso la llegada de López Caro y el deseo de cambiar; ahora, la alienante celebración que denuncia Sergio Ramos es la demostración fehaciente de que el Madrid es un equipo roto después del descosido de Zaragoza, del que nunca se recuperó. El Madrid, que hace mucho tiempo perdió las razones terrenales, invocó a los espíritus. Le sirvió para confirmar que la afición, el sentimiento, está por encima de cualquier plan de negocio. Pero una eliminación, aunque sea con toda la casta y el orgullo que se le supone al madridismo, no se puede festejar. Ayer tiraron las pocas esperanzas ligueras en Son Moix y aunque hubiese milagro en Londres, el Madrid, futbolísticamente, no tiene ninguna credibilidad.
Pero lo que ha pasado desde la marcha de Del Bosque no es un problema de fútbol (Queiroz, Camacho, García Remón, Luxemburgo, López Caro) es un problema de modelo. A Florentino Pérez le toca hacer autocrítica. El Barça, con muchísimo menos dinero, ha hecho muchísimo más equipo. Por cierto, con jugadores que el Madrid pudo tener (Márquez, Deco, Eto'o, Ronaldinho). Tres años sin títulos son una eternidad en Chamartín y la paciencia del madridista no es infinita.