El Villarreal vive, que no es poco

Vaticiné un partido de goles y me confundí. Claro que no esperaba un Villarreal tan empequeñecido por la ocasión ni por la velocidad del Arsenal en el primer tiempo, ni un equipo inglés, con tanta pólvora y tan poca puntería, y mucho menos me esperaba un árbitro casero y malo, acompañado por dos jueces de línea, a los que hay que recordar la regla del fuera de juego. Seguramente, el gol válido de Henry, al cuarto de hora, hubiese cambiado el decorado.
Wenger entendió mejor el encuentro, taponó a Riquelme, escalonando hasta tres defensas, y sin esa arteria, el Villarreal fue un equipo sin recursos, nervioso. Estuvieron bien Arzo y Quique Alvárez, pero Henry se buscó la vida por la banda de Javi Venta. Vino el gol de Touré y al Villarreal le vino Dios a ver.
Tras la reanudación fue otra cosa. El Arsenal se preocupó por no encajar. Cesc, impresionante futbolista con la edad que tiene, no entró tanto en juego y su equipo fue entonces menos ancho y menos profundo. Senna y Tacchinardi trabajaban y ayudaban El Villarreal intentaba estirarse, pero su peligro venía de disparos lejanos.
La mejor noticia es que el equipo amarillo salió vivo de la despedida de Highbury y El Madrigal vivirá otra gran fiesta. París parece más lejos, pero con un gol se empata y con dos se pasa. Si piensan menos en la final y más en la remontada, se puede conseguir. El sueño continúa.