Barça, de San Siro a Saint Dennis...

Es increíble cómo lo puede ver, cómo Ronaldinho, de espaldas a la portería, se rehace de la enésima tarascada de Gattusso, y ve el inicio de la carrera de Giuly, como es capaz de sacar un pase de su varita mágica derecha al punto exacto donde Dida no puede salir y donde la defensa no va a alcanzar a su compañero, para que el francés saque una volea majestuosa, un gol que desactivó todos los mecanismos de un primer tiempo táctico hasta la extenuación, muy italiano, donde Gilardino y Shevchenko pudieron cambiar el partido.
Ese primer tiempo nos descubrió a un Barça camaleónico, capaz de armarse bien, de apretar los dientes y de esperar su momento. Ese gol sublime cambió todo el decorado. A partir de esa explosión de talento, el Barça fue el de todos conocido, el que deja boquiabierto, el que es capaz de jugar lo que yo llamo un 'rondo a toda cancha' en unas semifinales de Champions, en San Siro, ante el Milan. Quizá pudo haber rematado la eliminatoria con algún otro gol, que esperemos no eche de menos. En cualquier caso, impuso su jerarquía y el gol del francés abre de par en par las puertas de Saint Dennis. Al Milan, que pareció sedado, le intentó rescatar su mejor futbolista, Kaká. Se sacó dos ideas de la chistera, que deben ser bien recordadas para el Camp Nou. Al Milan, aunque lo parezca, no se le puede dar por desahuciado nunca.
Mención especial merece Andrés Iniesta. Sin Deco, era buen partido para saber de qué pasta estaba hecho en el máximo nivel de exigencia, en un campo dificilísimo. Y fue capaz de todo, de marcar el ritmo del partido, de trabajar lo indecible y de sacar su fútbol de tiralíneas. No se equivocó en nada y como dice un amigo mío, el mejor jugador es el que no pierde el balón y el manchego no perdió ni uno.
El Barça ha vuelto a dar un golpe de autoridad y el planeta fútbol se rinde al mejor equipo de Europa. Pero aún quedan dos pasos para saber si también es el campeón.