sábado, octubre 29, 2005

Mis perfiles: Carlos Bianchi

El segundo perfil que publiqué este verano en el Periódico de Catalunya. Aprovecho desde aquí para dar las gracias a Emilio Pérez de Rozas por el cariño y el respeto con los que trató cada uno de mis artículos.

BIANCHI, UNA PELOTA EN LA CABEZA

Elegante, de inconfundible melena plateada, es uno de los técnicos más laureados del mundo y ha llegado al Atlético sin ni siquiera una portada. Le llaman el ‘Virrey’ por las tres Intercontinentales que ganó, una como técnico de Vélez y dos como entrenador de Boca al Real Madrid (2000) y al Milan (2003). Es el único en la historia que ha conseguido ganar este título con dos equipos distintos. Y es que Carlos Bianchi sólo fue malo en el colegio. Era tan revoltoso que llegaba a acumular hasta 24 amonestaciones. Lo peor fue el día que un compañeró le tiró una tiza y él le respondió lanzándole el borrador de la pizarra. Su ágil amigo esquivó el tiro y aquel borrador impactó en la cabeza del cura que impartía la clase. No sabía aquel pastor que iba a pasar a la historia cuando en el despacho del director le dijo a la madre de aquel niño: “su hijo tiene una pelota de fútbol por cabeza”. El cura, con el que se ha vuelto a ver varias veces, se siente ahora orgulloso de esta historia y de este técnico creyente, que acude a misa de manera rutinaria.

Como jugador fue un excelente goleador, el octavo más importante de la historia del fútbol mundial, aunque el hecho de haber pasado más de la mitad de su carrera en Francia, donde consiguió cinco Pichichis, desluzca este hecho. El clásico chico de barrio argentino hecho a sí mismo. No respiró fútbol en su casa. Su padre era de los que se levantaban a las cuatro de la mañana y volvía tarde de noche. No le llevaron al fútbol, ni le compraron una pelota. De sus progenitores sí aprendió lo más importante de la vida: respetar al otro, valorar el trabajo y exigir hasta sacar lo mejor de cada uno. Ayudó a su ‘viejo’ como repartidor de periódicos. La calle, seguramente la mejor escuela de fútbol, le colocó a los 18 años en Vélez, el único equipo del que es abonado, el club de su corazón.

Un corazón grande. La historia de Bianchi está plagada de pequeñas anécdotas que hablan que detrás del entrenador hay un gran hombre. En 1984 volvió a Francia. Cuando fue a despedirse de los porteros de la finca en la que vivió se enteró de que los habían despedido y que iban a tener que vivir en un asilo. Les cedió su apartamento, sin cobrarles alquiler, por supuesto. En el 93 volvió a Francia y se negó a que aquellos ancianos desalojaran su piso. Fue en 1996 cuando fallecieron de sendos paros cardiacos, ocurridos el mismo día. Vivieron en casa de Bianchi hasta el final.

Fue promotor de la Fundación por un Mundo Mejor para los niños, a los que adora, especialmente a sus nietos. Seguramente, por eso se dobla de risa cuando recuerda como sus dos nietos franceses Louis Alexandre y Paul Nicolas nada más ganar la primera Libertadores con Boca cantaban al unísono: “Que de la mano de Carlos Bianchi, todos la vuelta vamos a dar”. El abuelo le preguntó al más pequeño: ¿y quién es Carlos Bianchi?”. El niño le respondió “no tengo ni idea, Nonó” (sobrenombre por el que conocían a su abuelo).

Cuentan sus amigos con gracia que esa generosidad le falta a la hora de pagar los aperitivos, vamos que le gusta que le inviten y él reconoce que prefiere tragarse un trayecto con 24 semáforos antes que pagar dos peajes. Eso sí, no es pesetero. Se recuerda con admiración como en el año 98 negoció con Macri, el presidente de Boca. “Sólo si salimos campeones, me pagas 600.000 dólares”. Dicho y hecho.

Enfatiza que su único secreto como entrenador es respetar al jugador y es el único consejo que da a los que empiezan como técnicos. Todos iguales. Gusta de llamar a cada uno por su nombre. Critica abiertamente a los técnicos que se rodean de mediocres. Siempre fue de la teoría que con estrellas es más fácil jugar, que simplifican el trabajo y, por ello se le considera un experto en el manejo de los grandes egos del fútbol. Cuenta que habla más con los jugadores que con sus hijos.

El técnico argentino más laureado de la historia es también reclamo publicitario. El Banco de Galicia lo convocó para transmitir la identidad nacional, el profesionalismo, la familiaridad y el éxito como sus valores.

Si algo le enfada es que le hablen de la suerte. En Argentina se dice que ‘tiene el móvil de Dios’. Él dice que tiene la suerte del que trabaja bien, con buenos jugadores, suele obtener resultados. “Sólo se equivocan los que no intentan nada”, es una de sus máximas.

Los que tienen su móvil ya saben que al otro lado de la línea primera está Margarita. Es su mujer, con la que lleva más de 35 años casado. Una compañera incansable que viajará por su cuenta a todos los partidos del Atlético.

En el club rojiblanco no ha sorprendido su seriedad, ni las consignas que ha dado para trabajar. Sus jugadores ya saben que no van a escuchar gritos ni van a ver aspavientos, pero saben que su jefe es alguien que no admite indisciplinas, que marca un once tipo y que gusta de hacer variantes en función del rival, al que no subestima por nada del mundo.
La única espina en su carrera se la clavó en Roma, donde salió tarifando con los jugadores. Quiere demostrar en el Atlético que es también un técnico para el fútbol europeo. Por eso le entusiasma el reto de un club sufridor, pero con una historia maravillosa. A muchos de sus nuevos jugadores les cambió la cara cuando la primera vez que entró en el vestuario rojiblanco, alzó un poco la voz, recorrió con la mirada uno por uno a todos y dijo: “Señores, yo he venido aquí para ganar la Liga. Yo sólo entreno en los clubes grandes y éste es uno de los más grandes.” A Fernando Torres le brillaron los ojos.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

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03 febrero, 2007 13:48  
Anonymous Anónimo said...

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08 febrero, 2007 04:42  

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